¡No entrabas en mis planes!
Érase una vez una chica con estrella, a quien todo le salía tan bien que parecía vivir en un cuento de hadas; de hecho, la vida no podría sonreírle más. Un futuro brillante, una mejor amiga que considera hermana y un pasado que no le duele en absoluto.
A esa chica nada le sale mal. Al contrario. No ha tenido que hacer un trayecto de seis horas para llegar a un pueblo tan pequeño que no aparece en los mapas. Tampoco se ha visto en la situación de tener que reconstruir una casa que se cae a pedazos ni ha tenido que soportar que le cierren la puerta en las narices. ¡Qué va! Esas cosas solo les suceden a las pringadas de turno, cosa que, obviamente, la protagonista de esta historia no es. No. Lo. Es.
Así que, mientras se regodea en lo increíble que es todo lo que le sucede y se dedica a dar envidia sana e insana allá por donde pasa, tampoco se enamora. ¡Cómo iba a suceder eso! ¡Es una locura! ¡Una catástrofe! ¡Un desastre inimaginable! ¡El colmo de los colmos! ¿Y de ese? Por favor… ¡Si es tan feo como un brócoli en una piñata!
En fin, como esta historia de la que os hablo es tan idílica… ¿Qué te parece si la destrozamos un poco? Total, las historias perfectas son aburridas… y el amor sin un poco de vergüenza ajena no tiene gracia.
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